jueves, 11 de febrero de 2010

Cuando nada sale

Llegas con toda la ilusión del mundo, con una idea clara de lo que tienes que hacer. Te has documentado un poco, has practicado antes (el día anterior) y todo parece dispuesto para conseguir tu propósito. No pides la luna, simplemente que eso que tienes en la cabeza (claro y cristalino) acabe reflejado sobre un papel en blanco. Entonces te sientas, coges el lápiz y notas que algo no marcha bien. No sabes que puede ser, pero tienes esa cosa en el estómago, ese sexto sentido que... Lo ignoras, con la torpe esperanza de que sean "cosas tuyas" y nada que ver con el divino arte de crear. Cuando das el primer trazo te notas torpe, golpeado por una serie de dudas que hace pocos minutos no existían, cada línea, cada arco, es peor que el anterior. Intentas arreglarlo sobre la marcha, pero todo se estropea aún más y entras en una espiral de desgracia donde todo lo que pueda salir mal, saldrá peor. Finalmente, admiras tu abominable obra (como Frankenstein después de despertar al monstruo) y entras en un estado de shock, justo antes de desgarrar el papel como si de tu propia alma se tratara (un poco también como el bueno de Frank). Finalmente, recoges bártulos con ánimo funerario y te largas a casa en procesión, esperando que un mal día, no se convierta en una mala semana, un mal mes, un mal año o una vida desgraciada (creativamente hablando).

Este dibujo no tiene nada que ver con lo anterior, era por poner algo.


Frankestein o el moderno prometeo de Mary Shelley

2 comentarios:

Sergio dijo...

En esos momentos difíciles siempre te puedes ir a la luna a reconfortar el espíritu.

superCamara_ dijo...

la luna queda lejos... pero una buena birra entre colegas si que ayuda... :-)

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